domingo, noviembre 02, 2008

Fin de semana excepcional

Este fin de semana fue tan diferente a los anteriores que vale la pena recordarlo.

El sábado abrí los ojos más temprano que de costumbre, la diferencia fue que no lo hice por ir a tomar las clases del diplomado (¡gracias a Dios ya terminó!) sino para poder viajar con mi mamá y mi hermano Manuel a Pustu. Al bajar, fui a la cocina y mi mamá me recibió con un abrazo y me mandó de nuevo a la cama con la oferta de dormir un poco más porque aún era muy temprano y faltaban algunas cosas antes de salir de viaje. Lo intenté pero no lo conseguí, así que nuevamente bajé y desayuné con ella; poco después llegó Manuel y nos dispusimos a viajar. No recuerdo cuándo fue la última vez que había viajado en el asiento trasero de un auto pero hacerlo de nuevo me ayudó a ver todo mi entorno desde otra perspectiva; se siente hermoso asumir nuevamente el papel de “hija de familia” de vez en cuando, aún siendo consciente de haber dado el primer paso para empezar a formar mi propia familia.

Durante mi estancia en el ciber me sentí voluntariamente útil, creo que debo hacer cosas como esta más seguido para no perder los pies de la tierra y porque realmente lo disfruté. Trabajar por recibir a cambio una sonrisa agradecida de quienes más amo es la mejor paga que he recibido. Ir a la parcela, saborear una mandarina recién bajada y ver a mi papá en su papel de campesino también fueron bonitas experiencias que hace mucho tiempo no me daba el gusto de disfrutar. El viaje de regreso me hizo reflexionar y recordar viejos tiempos, cuando algunas veces decidía ir a ver a mi papá aún si los demás preferían quedarse en Mérida. Al llegar a Mérida tomé un autobús y qué diferente se siente hacerlo ahora que cuando lo hacía siendo estudiante como parte de mi rutina diaria de vuelta hacia la casa.

Al llegar a casa, el abrazo de recibimiento del dueño de mi corazón y una cena en una fondita cercana a la casa completaron el mejor sábado que pude haber tenido, tan exquisito y diferente de todos los sábados anteriores de toda mi vida.

Hoy domingo no fue la excepción. Después del recibimiento al nuevo día, le llevé el desayuno a la cama al dueño de mi corazón y me despedí porque mi mañana ya estaba planeada y también sería diferente. Comer un rico “pib” (mucbilpollo, para quienes no sean yucatecos) con una de mis mejores amigas y disfrutar de una plática acompañada de los abrazos sinceros que ambas nos regalamos, fue la mejor manera de pasar una gran parte del día. Más tarde, la homilía del sacerdote que estuvo enfocada a estos días de recordar a los difuntos también fueron un momento de profunda reflexión. Creo que hoy es uno de los días en que si yo dejara este mundo lo haría en paz, aunque dejaría todavía muchos proyectos sin concretar. De cualquier forma, cuándo, cómo y dónde no es algo que me compete a mi decidir. Finalmente, ver a Jackie Chan en acción disfutando de un capuchino frappé y una crepa de nuez con cajeta fue la mejor manera de casi finalizar el día. Y también de romper mi dieta pues entre tamales, pibes, camotes, crepas y cafés, no sé que haya sido peor pero no me arrepiento, bien valió la pena.
Ahora que lo pienso, parece como si después de la bajada tan pronunciada de los días anteriores, hubiera yo sido recompensada con un fin de semana que alguien allá arriba me preparó, quizás para recordarme que la vida es cada vez más hermosa y lo es en cada una de sus diferentes facetas.

Puedo ser muchas cosas a la vez: maestra, alumna, jefa, empleada, hija, esposa, amiga, cuñada… algunas veces lo haré bien y en otras cometeré errores de los que algo aprenderé. Pero sin importar el papel que juegue, mi esencia es la misma y estar rodeada de las personas que tengo es la prueba más tangible de que Dios me ama y está conmigo a cada paso que doy, en cada instante y en cada respiración.

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