domingo, abril 16, 2006

Acapulco: Paraíso terrenal

El ansioso arribo del autobús por fin llegó. Eran las cinco de la tarde aproximadamente cuando mis sandalias tocaron tierra nuevamente, después de casi diez horas de viaje (llevaba conmigo un plumón, por si acaso). Michel llegó puntual a recogerme. Pocos momentos son tan emotivos como el encuentro de dos personas que se aman y para quienes la distancia no ha sido un impedimento para continuar juntos. (¡Es la primera vez que me oigo decir esto! y sonó a drama de telenovela). El patomóvil lucía espléndido, su blanco plumaje recién lavado me hizo recordar hermosos momentos que compartió con nosotros, desde su llegada el 7 de septiembre, en Cuernavaca. No, no fue mi regalo de cumpleaños anticipado.

El trayecto hacia la colonia Altamira se nos fue entre risa y risa, sobre todo por la aventura del día anterior, vista desde un cristal diferente. Después de ponernos al tanto de los últimos acontecimientos, subimos. El recibimiento de "las panzas" también fue bastante emotivo. Sólo los niños -en este caso niñas- son capaces de esperar más de veinticuatro horas la llegada de su cuñadita despistada.

Los días han pasado volando. Mi piel ha tomado un color rojizo contrastante con el blanco pálido que traía al llegar. He descubierto que esnorquear es más divertido cuando se pierde el miedo al agua, aún sin saber nadar (con chaleco salvavidas, ¡claro!), que se puede pescar sin necesidad de ir en una lancha (¡pude sacar un bagre del agua!), que los amaneceres y atardeceres en Acapulco son de las cosas más hermosas que he visto en el mundo, que puedo caminar rodeada de accesorios de plata durante más de cuatro horas sin sentir cansancio, pero a los 15 minutos de ir caminando hacia la central de autobuses los ojitos no dejan de buscar coches con cuatro letras en el techo, y también he aprendido que mis papás y los de Michel tienen muchas cosas en común.

Entre figuras de papiroflexia, playas hermosas, tamalitos de mole caseros, platería de Taxco, cuentos infantiles, mariscos en la playa y demás, los días pasan muy rápido... por un lado estoy disfrutando al máximo estas vacaciones que ya van por la mitad; pero por otro lado, extraño un poco el sentido espiritual de mis anteriores vacaciones en Pustunich. Pensándolo bien, lo que en realidad extraño es a mi familia.

Hoy los planes son ir a pescar, caminar por la calle de souvenirs y alguna otra actividad que surja de imprevisto... esto apenas el bello durmiente depierte. Y todavía están pendientes el Cicy, el parque papagayo, Caleta, La quebrada y Cuernavaca. Aunque a fin de cuentas lo más importante no es el destino, sino el trayecto. ¡¡¡¡Felices vacaciones!!!!

lunes, abril 10, 2006

La odisea de mi vida

Fue frustrante haber llegado a tiempo a la terminal aérea, sin siquiera hacer fila, pasar por el protocolo del registro de maletas, subir las escaleras tratando de disfrutar al máximo esos instantes con mis papás a quienes veré de nuevo hasta después de dos semanas más, y justo cuando me dirigía hacia la banda negra (donde tengo que quitarme hasta el cinturón para que la puerta de entrada al paraíso no chille), darme cuenta de que

¡No traía conmigo el teléfono celular!

Es increíble el grado de dependencia que a veces llegamos a tener hacia un objeto como éste.

Visualicé la situación en caso de emprender el viaje sin él, pero no encontré un panorama muy alentador: no tengo registrados en la memoria de 64 Kb que Diosito me regaló, ninguno de los números de las personas a quienes quiero visitar en este viaje, y tampoco llevo conmigo la agenda pues la intención es precisamente olvidarme de cualquier obligación y pasar unos días sin pensar absolutamente en los horarios del día. Por lo tanto, di la media vuelta y llamé a la casa para que me llevaran el teléfono celular.

Mi hermanito Ulises, contestó el teléfono todavía adormilado, hizo un esfuerzo sobrehumano por levantarse, siendo las 7:30 de la madrugada, en su primer día de vacaciones, y acudió a mi primer llamado. Llegó a tiempo y ahora sí con mi ligero equipaje de mano puesto en el contenedor, pasé por la dichosa puerta chillona sin que me regañara por llevar algún objeto metálico. Del otro lado de la banda recogí mi neceser, mi bultito (bolsa de mano), mi chamarra y mi cinturón.

Atravesé el largo pasillo que conduce a la sala de abordar, estaba semidesierta pues faltaban menos de cinco minutos para la hora del despegue. Sin embargo, Aviacsa no es una aerolínea que se distinga por su puntualidad, por lo cual yo no iba con mucha prisa. Y siendo la primera vez que esperaba hasta ese momento para abordar, tampoco iba preocupada (aunque usted no lo crea). Entregué mi pase de abordar y me disponía a atravesar el tobogán cuando escuché el sonido de mi celular, así que lo busqué por todos lados sin encontrarlo... ¡pero si hacía unos minutos lo había recuperado! Obviamente, el que sonó no era mío.

Nuevamente puse a correr a mi hamster a mil por hora, y después de escarbar en los rinconcitos recientemente usados que apenas se estaban empolvando, encontró la respuesta: esta vez dejé olvidado el celular en la banda donde le ven el esqueleto a nuestro equipaje de mano.

Di la media vuelta e informé de mi situación al encargado del mostrador, quien al escucharme se puso en contacto inmediatamente con alguien a través del dispositivo de comunicación que llevaba consigo, lo cual me hizo pensar que alguien amablemente me llevaría el teléfono (¡Ilusa de mi!). Sin embargo, enseguida volteó hacia mi diciendo que si iba por el teléfono era bajo mi propio riesgo y al ver mi cara de confusión se apresuró a añadir tenía 2 minutos para regresar, o de lo contrario no podría recoger mi maleta.

Recuerdo que en ese momento sonreí pues apenas podía creer que pasara dos veces por la misma situación en tan poco tiempo. Pero bueno, haciendo gala de mi condición física (nada envidiable, por cierto), corrí hasta llegar, por tercera ocasión en el día, a la dichosa puertecita que ya sabemos. No sin antes pasar por las laaaargas escaleras sin escalones (rampas), el área de equipaje de mano, los restaurantes, el área pública y nuevamente por las escaleras que conducen al área que en ese momento me interesaba. Al llegar pregunté por mi teléfono, y después de que la chica me preguntó por la marca, el color, el número y hasta cuántos raspones tenía el susodicho, me lo entregó. Claro que para poder pasar por la puerta mágica nuevamente tuve que dejar en la banda todo lo que llevaba conmigo. Esta vez me aseguré de recoger todo, incluyendo el cinturón y la chamarra que aún no habían salido gracias a la "pericia" del joven que controla la banda. Bueno, por fin tenía en las manos todo lo que me pertenece. ¡A correr otra vez!

Llegué al mostrador únicamente para escuchar un "Lo siento señorita, no podrá abordar el avión": el mismo tipo que minutos antes me dio 2 minutos con el cronómetro en la mano pero ya dando instrucciones para que bajaran mi maleta del avión. Ni mi cara de "¿Pero por qué?" que luego se convirtión en "Por favor..." para finalmente dar paso al "¡Qué poca manera!", lograron convencer al tipo. Me indicó que regresara al mostrador de Aviacsa para recoger mi maleta. Y todavía sin poderlo creer, me dirigí hacia la salida. Tenía la esperanza de encontrar a mis papás despidiendo al avión en el cual ellos creían que iba su hijita, pero no los encontré.

Llamé a casa, otra vez mi héroe del día atendió mi llamada: "Uli, me dejó el avión, puedes venir por mi?". Casi puedo adivinar que de un brinco se levantó de la hamaca y se dispuso a ir por mi.

Mientras tanto me dirigí hacia el mostrador de Aviacsa para cambiar el boleto y poder viajar mañana, la señorita que amablemente me atendió escuchó mi historia resumida en menos de un minuto y pude leer en su cara un asombro que no pudo externar, únicamente alcanzó a decir que "Son políticas de seguridad". Le pregunté si había algún gerente en turno, para hablar con él pues, aunque estoy conciente de que cometí un error, recuerdo un par de ocasiones en las que he esperado, no quince sino ciento veinte minutos de retraso en el despegue de un vuelo. Grande fue mi sorpresa al enterarme que el tipo que me negó el acceso, era el "Encargado en turno". Por un momento pensé que sería inútil gastar una gota de saliva hablando con él, pero respiré profundo, lo miré y le dije con la mayor amabilidad que pude encontrar en lo más recóndito de mi ser en ese momento, que espero que sus políticas estén mejorando, pues si yo he esperado 2 horas por un retraso suyo, me parece injusto que, sabiendo que yo estaba en la terminal y habiendo hablado previamente con él, no me haya dejado abordar. El tipo en cuestión sólo dijo: "Cuando se trata de fallas técnicas, está fuera de nuestro alcance el control de calidad en cuanto a la puntualidad de nuestras salidas". ¿Tenía algún caso decir algo más? Consideré inútil hacerle ver su postura de "La empresa siempre tiene la razón".

Durante más de dos años he estado viajando y nunca antes había perdido un vuelo... hasta el día de hoy. Todo gracias a mi distracción, ¿o será debido a mi mala memoria? Da igual.

Me apresuré a salir del aeropuerto pensando que mi hermanito ya estaría por llegar, sin embargo, al pasar por los cajeros de pre-pago para pagar el estacionamiento, ¡ahí estaban mis papás! Me acerqué tratando de no espantarlos y producirles un infarto al pensar que soy un fantasma... su cara fue de alegría. No puedo negar que a mi también me dio gusto poder estar aquí un día más. Antes de subir al auto sólo alcancé a decirles que "Por algo pasan las cosas". Hoy aprovecharemos ir a Pustunich y ver los últimos cambios que han hecho a "la casita del centro".

Después de todo, lo que pasó hoy me pone los pies sobre la tierra para recordar que "No se mueve la hoja de un árbol, si no es la voluntad de Dios". Y que tan importante es el amor de pareja, como el amor de mis papás y mis hermanos, quienes como buenos amigos, acuden a mi incluso antes de ser llamados, y ayudan a que situaciones como ésta puedan ser vistas desde un cristal diferente.

domingo, abril 09, 2006

Orgullo familiar

La mañana de hoy transcurrió en una reunión a la que nos invitó Seidy. Mi hermano Sergio y yo pasamos por ella a la hora acordada y minutos más tarde llegamos a un local que me recordó mi primer campamento juvenil. Me dio mucho gusto ver allá a David, un alumno del campus, y más tarde también pude saludar a Félix, uno de los muchachos becarios que me ayuda (¡oh si! y mucho) en el centro de cómputo.
El pelo en la sopa fue el retraso de la mayoría de los asistentes, pero bueno, valió la pena por lo que vino después. El neoliberalismo no es un tema del que se hable en todas las charlas de sobremesa y tampoco es fácil dialogarlo con gente que vive pensando en lo que comerá el día que amanece y apenas enciende la tele para enterarse de las noticias más relevantes. Sin embargo, compartir lo poco -o mucho, en algunos casos- que sabemos del tema siempre es enriquecedor para el grupo reunido.
Ver a Seidy al frente del local que fue acondicionado como pequeño auditorio, me recordó su brillante intervención en el día de su graduación, aunque en aquella ocasión el tema era totalmente diferente. Esta vez, a todos los asistentes nos dejó un panorama amplio acerca del neoliberalismo, y lo hizo muy bien. Sin embargo, quien se llevó los aplausos del día fue Sergio. Su intervención nos dejó pasmados durante más de 15 minutos, durante los cuales se podía oir únicamente su sonora voz dominando el auditorio. Ni siquiera los chiquillos más inquietos que estaban por ahí pudieron abrir la boca más que para denotar su asombro ante lo que estaban escuchando. Y eso que hubo que insistir bastante para que se decidiera a pasar al frente. Las siguientes dos intervenciones estuvieron bien.
No es el tema en cuestión, tampoco es el hecho de que sea mi hermano. Es más, soy la menos indicada para presumir sus virtudes, pues hace apenas un par de semanas pude darme cuenta del lugar que se ha ganado en el campus, ante los alumnos más críticos y exigentes que solamente atinan a decirle "Teacher, no sea malo, invítenos de lo que fuma", o bien, "El teacher Sergio es la ley".
Sólo puedo concluir que: Tener un hermano así, o ser un hermano así... ¡es una de las dichas más grandes de este mundo! =)

sábado, abril 08, 2006

¡Vacaciones!

¡Por fin llegaron las ansiadas vacaciones!
No cabe duda que después de una semana completa de intensivas jornadas de trabajo, el primer día -o más bien, las primeras horas de la segunda mitad del día- de vacaciones estuvo formidable.
Acordamos que Carmi y Lupita pasarían por mi a las 2 de la tarde. Mis vacaciones empezaron a las 12 del día cuando por fin terminé de aplicar el examen extraordinario que me correspondía y, una vez dispuestas las últimas instrucciones para la construcción de mi cubículo, abandoné el campus dispuesta a disfrutar al máximo mis merecidas vacaciones.
Y efectivamente, la comida en San Felipe fue la mejor manera de iniciar. Los mariscos, con ese sabor particular cuando son servidos en el puerto, la vista hermosa que podíamos contemplar desde nuestra mesa, la brisa y el murmullo del mar, las lanchas de los pescadores adornando el muelle, las singulares viviendas del puerto y la grata companía de mis amigas, hicieron inolvidable la tarde de hoy.
Una vez más, ¡gracias Dios! Nuevamente he comprobado que todo esfuerzo tiene su recompensa... y lo mejor aún está por llegar: ¡Acapulco!

domingo, abril 02, 2006

Momentos inolvidables

Cuando la familia está unida hasta las discusiones son agradables pues se convierten en un intercambio de ideas que contribuyen a enriquecer el criterio de cada integrante. Estos son los momentos que no cambiaría ni por toda la paz que puede existir en Tizimín en un día inhábil. Una vez más, ¡Gracias Dios!
El fin de semana estuvo estupendo. Anoche el objetivo de fue divertirnos y lo logramos. Después de casi tres meses de no visitarla, la familia de Carelly me recibió con lo brazos abiertos, como siempre. Las discotecas nunca han sido el lugar predilecto de ninguna de las dos y sin embargo quedó demostrado una vez más que cuando la amistad es sincera, el tiempo se pasa volando y se disfruta al máximo cada instante compartido.
Por otro lado, también fue necesario un momento de reflexión al darme cuenta de la facilidad con la que los seres humanos podemos perder el privilegio de la salud, en tres meses la vida de una persona puede dar un giro de 180º, sin permitir el derecho de réplica ni mucho menos dar explicación alguna. Ante estas situaciones, sólo la fe brinda el consuelo necesario.
Las vacaciones están cada vez más cerca... faltan sólo ocho días para estar donde hoy habita la otra mitad de mi corazón.